Tengo que
llevar un libro a la biblioteca porque es el último día de préstamo.
Bajo y cojo
un taxi para ir hacia allí. Me pongo en el asiento delantero porque, detrás se
sube un chico que dice que va hacia la misma dirección. Cuando me doy cuenta,
me miro y estoy desnuda; solo tengo el móvil en una mano y el libro en la otra.
Al llegar a
nuestro destino, el taxista me dice que tengo que pagar ochenta euros.
- ¿Pero no ve que estoy desnuda? No tengo nada para
pagarle.
Entonces el
chico de detrás dice: “Bueno, yo tengo aquí (señalando una bolsa de plástico)
unas bambas de mi hermana, si le sirven.”
El taxista
las acepta como pago.
Pido al
chico que me indique dónde está la biblioteca, ya que no me suena de nada esa
zona. Él me dice que me ha llevado expresamente allí, que es su casa y me
invita cordialmente a cenar con su familia. Acepto la invitación.
Después de
pasar una velada muy acogedora en una mesa larga, larga, rodeada de personas
que ríen y que son de lo más simpáticas; con las abuelas preguntándonos al
chico y a mí si somos pareja (y de hecho, nos comportamos como tal) le digo,
finalmente, que me tengo que ir y le agradezco el detalle que ha tenido conmigo.
Al llegar a
casa, trepo por las escaleras de cuerda que van a dar a mi azotea. Allí me
encuentro una gran cantidad de camisetas blancas de manga corta tendidas. Esas
camisetas tienen ojos enormes estampados en ellas. Ojos marrones y verdes son
los que predominan. Ojos de fotografía. Ojos preciosos. Pero, para mí, ese
conjunto de camisetas es una imagen terrorífica.
De pronto mi
mente se nubla y empieza a dibujar objetos, rostros. Creo que visualizo a qué
viene todo esto. Lo visualizo pero no sé cómo ni por qué.
Tengo una
cámara de fotos en mis manos y delante de mí se encuentran las personas más
importantes de mi vida. Mi familia y mis amigos más cercanos. Pero… hay una
persona. Una persona desconocida para mí y creo que para el resto también,
aunque todos se comportan como si él fuera uno más.
- Juntaos,
que os voy a hacer una foto.
Ese hombre
desconocido, en ese momento, coge una navaja de su bolsillo y empieza a
clavársela en los ojos a mi madre.
- ¡¡¡ No la toques, hijo de puta!!! ¡Te voy a matar! ¡PARAAAAAAA!
-
Para, por
favor.
No me puedo
mover, no sé qué me pasa, pero no me puedo mover y no puedo hacer nada para
evitar lo que está pasando.
Mi mente
vuelve a su sitio, vuelve a ver esas camisetas y lo entiende todo.
Yo… mientras
me dedicaba a compartir mi tiempo con gente que seguramente nunca volveré a
ver…
Dios... no sé de
cuándo es este recuerdo. Ni siquiera sé realmente si es un recuerdo, si he
estado allí. No puedo haber estado en dos sitios a la vez, ¿verdad? Lo único
que sé es que he llegado a casa, que estoy completamente sola y que un hombre me
ha dejado un recuerdo de todas las personas a las que amé.
No tengo explicación para ello, pero suerte que ha sido un sueño.
M.